El próximo 9 de febrero, la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de España galardonará lo mejor del cine hispánico y europeo. Entre las 28 categorías destaca la nominación a Mejor película Iberoamericana, cuya particularidad en la vigésimo octava edición es que vuelve a mencionarse un país que tenía 15 años sin asomarse en los premios: Venezuela.
Las películas venezolanas que han encabezado la lista de nominaciones a la Mejor película Iberoamericana en los Premios Goya son:
– Pequeña revancha (1986) de Olegario Barrera
– Aventurera (1988) de Pablo de la Barra
– Jericó (1991) de Luis Alberto Lamata
– Disparen a matar (1990) de Carlos Azpúrua
– Golpes a mi puerta (1994) de Alejandro Saderman
– Sicario (1995) de José Ramón Novoa
– Amaneció de golpe (1998) de Carlos Azpúrua
Azul y no tan rosa (2012) de Miguel Ferrari representa el regreso del país suramericano a la lucha por el busto de Francisco de Goya. Una película coproducida entre Venezuela y España que muestra el reencuentro entre Diego, un fotógrafo homosexual y su hijo Armando que vive en España desde su infancia. El protagonista debe convivir con el inicio de su relación con Fabrizio y la recriminación de su hijo por el abandono.
El filme que duró 33 semanas en cartelera y consiguió cerca de 600 mil espectadores es una muestra de cine de diversidad sexual y de género, una temática que pocas veces se había retratado en el cine venezolano. Una realidad social que empezó a visualizarse en las pantallas nacionales con Cheila, una casita pa’ maita (2010) de Eduardo Barberena.
Con un mensaje de tolerancia y respeto, Ferrari introduce un tema más significado que es el reencuentro en todas sus dimensiones. Un reencuentro familiar, un reencuentro con el pasado, un reencuentro entre dos puntos de vistas ajenos y, finalmente, un reencuentro con la vida.
La película es acertada en cuanto a la estética. La danza en el preludio del filme es una muestra de la conjugación de las artes en el cine, como lo define Ricciotto Canudo en “El Manifiesto de las siete artes” al mencionar el valor rítmico que le otorga la danza al séptimo arte. Asimismo, la propuesta actoral es completa por la calidad de los intérpretes y la dimensión de los personajes, donde se evidencia la influencia «almodovariana» en la creación del guion.
Azul y no tan rosa es una película conciliadora que agrega variedad a la propuesta del cine nacional y sobre todo permite posicionar a Venezuela una vez más en premios y competiciones internacionales, este año en los Goya.
Por Maryoly Ibarra.